Teníamos unos días libres en julio y por un videíto en redes nos dio curiosidad Albania, sacamos pasajes y el viernes 1 llegamos a Tirana, su capital. La idea inicial era alquilar un auto en el aeropuerto y viajar hasta Ksamil, bien bien al sur, donde están las mejores playas que forman parte de la Riviera albanesa.

 Misión imposible, no existía la posibilidad de alquilar un coche y dejarlo en la otra punta de Albania, así que fuimos al lugar donde estaban los buses -colectivitos con carteles que indicaban el destino final- y con choferes totalmente informales que mucha seguridad no nos daban. En 2 o 3 horitas estábamos en Vlore y ahora el desafío era llegar hasta Himare, donde pasaríamos la noche del viernes y después a Ksamil, más al sur todavía. No había ningún transporte que llegara hasta allá. Terminamos alquilando un Mercedes modelo 99 de una familia, literal, era el auto de la familia. Sí, un Mercedes en Albania, el país con más cantidad de autos de esa marca per cápita, pero no de los últimos modelos, sino casi todos de los 90, momento en el cual Albania se abre al mundo. El mito dice, o no tan mito, que la mafia albanesa robaba estos autos en los países europeos económicamente más poderosos y los revendía allí, por eso la cantidad.

A las 5 de la tarde arrancó la aventura para Himare, nos separaban 70 km de puras curvas y contracurvas. Para ser sinceros, no la pasamos bien en ese viaje, el auto estaba en malas condiciones.

 Llegamos a Himare con los últimos minutos de sol que le quedaban al día. Empezamos a buscar el alojamiento, dejamos el auto y entramos al barrio a pie porque eran todas callejuelas y escaleras, preguntando a los vecinos, pero ellos en su gran mayoría solo hablan albanés por lo que se hacía muuuy difícil comunicarse, así y todo gracias a su gentileza encontramos el lugar. Hermoso pueblito, chiquito pero muy lindo, una mezcla de un país abandonado con partes preparadas para el turismo y otras, camino a eso.

Con la experiencia del viaje en auto nos preguntamos si tenía sentido volver a estresarnos de esa manera para llegar hasta Ksamil, así que una vez que vimos la cantidad de playas lindas y cositas que había para hacer en Himare, decidimos quedarnos todo el finde ahí, conocimos lugares muy hermosos, comimos y bebimos de primera, Albania tiene el Lekke como moneda oficial y es muy económico si vas con euros, una buena cena para dos con vino gastábamos en promedio 20-25 euros.

Pasamos 3 días de playa en Himare y ya tocaba volver. La última noche nos quedábamos en Tirana, aunque no teníamos muchas expectativas, una vez llegados a la capital albanesa no podíamos creer lo hermosa que es la ciudad, no nos daban los ojos para mirar. Cenamos en un restaurante típico muy lindo, con música albanesa en vivo. Al otro día temprano teníamos el vuelo de regreso a Verona, nos quedó la sensación de que medio día más en Tirana hubiese estado bien, una hermosa capital, limpia y ordenada, contrario a lo que habíamos leído.

Albania, un país del que poco se habla, pero muchísimo tiene para ofrecer, playas que nada tienen que envidiarle a lugares paradisíacos hiperconocidos y sobre todo muy buena gente que te hace sentir siempre a gusto y seguro, un país que se ha abierto al mundo desde hace poco más de 20 años, con una historia muy dura pero con muchas ganas de crecer y de que conozcamos su cultura. Sin dudas Albania es un lugar que vale la pena visitar, nosotros estamos felices de haberlo conocido.