Chipá caliente

Chipá 100% Correntino es un emprendimiento que nació de su mano y el de su pareja, Vero. Fernando Lanzarotti es correntino y hace diez años se radicó en Villa María. Con la pandemia, como muchos de esos mágicos impulsos de emprender y desde la cocina, como tantos.

Así, desde marzo de 2020, empezaron con dos o tres bolsitas por semana, con vecinos y amigos, y llegaron a 300 kilos por semana, asumió: “Un pico que nosotros no imaginábamos”.

“Es artesanal. No tenemos maquinaria. Es todo a mano, con una receta de mi mamá”, confió. Así, recordó que su familia vive allá en Goya, Corrientes.

Volvió al comienzo para contar que tuvieron en cuenta que “en la pandemia, la gente iba a estar más abocado a las redes sociales” y fue “un buen momento para llenar la visual con un producto que no es de acá y que es del gusto de la gente. Quizás, la mayoría no lo consumía entonces, pero hoy tenemos clientes que gracias a nosotros ha conocido el chipá”, dijo orgulloso, como quien no puede pasar por esta vida sin conocer ese producto que identifica tanto su tierra.

Empiezan amasando y la demanda los sorprende, hasta que incluso tuvieron que modificar las formas, más alargados: “Si, eran redondos como los tradicionales, pero salimos de lo tradicional que es la bolita, por cuestiones de practicidad, aunque manteniendo la receta y sus sabores, su textura, la esencia”.

“Arrancamos con el tradicional y después la gente empezó a pedir con sabores, lo que allá en Corrientes no existe. Me llamó la atención, pero de la misma manera que atendimos una cuestión en redes sociales, estábamos obligados dar respuesta a este pedido. Así se da esta oportunidad de tener un producto nuevo y nuestro, hoy con 14 variedades”, contó Fernando. Y a la pregunta de qué dice la dueña de la receta original, su madre, compartió que “ella está chocha, el problema está en casa a la hora de producir” (risas).

Verdeo, orégano, provenzal, queso azul, salame, palitos (más alargados que se los piden para picadas) y también panes para hamburguesas con la misma masa de chipá, incluso pizzetas, las que ellos bautizaron “chipizzas” y la innovación que se viralizó, la “chipanesa”, porque fueron mutando y promocionaron el pan de chipá. Lo que no esperaban es toda esta repercusión y que se lo pidieran tanto. “Llegó a complicarnos mucho, porque recibíamos muchos pedidos y no somos una rotisería, así que nos organizamos, con cupos y tomando los pedidos el día antes, por la noche”, afirmó. También admitió que antes cocinaban, aunque dijo que él es más de cocinar y su pareja, Vero, “es más de probar”.

Hoy la pareja está en planes de dar el salto y avanzar con un local propio, una sala de producción, llevar el emprendimiento a ese nivel, por lo que asistieron a las herramientas como la Incubadora de Empresas y Extensión de la Universidad Nacional de Villa María, “para que este negocio se encamine a una pyme, lo que no estamos viendo en este momento, pero estamos conociendo el mundo del emprendedor, recibiendo el asesoramiento necesario”. Para Fernando es la transición de estar viendo locales y no dormir, averiguando alquileres, sacando cuentas y medidas.

Otro de los ‘problemas’, aunque de los lindos, que se le presentan, dijo, es que “gente que pasa de viaje por Villa María, nos pide pasar a buscar no sólo los chipá, sino también la chipanesa y el chipanini, que es el sándwich de jamón y queso con el pan de chipá”. No lo puede creer, aseguró, pero de la misma manera, lo sigue impulsando.

El espacio previsto es para pasar a buscar los productos, freezados, como salen ahora, y horneados, calientes, “al alcance del público”, pero no descarta que también puedan tener algunas sillas para probar ahí, por qué no.