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Del voto bronca, al voto miedo. En apenas dos meses, devaluación incluida e inflación mensual del 12%, el ministro candidato Sergio Massa logró revertir el enojo de gran parte de la población por la delicada situación económica y se alzó con una victoria de 7 puntos en primera vuelta. No solo accionó con medidas para atemperar los efectos de la crisis, sino que trabajó sobre “los miedos” que gran parte de la sociedad tenía sobre la figura de Javier Milei.
Si bien no le alcanzó para ganar en primera vuelta, ya que solo quedó a tres puntos, le permitió erigirse como el gran ganador del domingo y quedó a tiro de la presidencia. De un Milei ganador, como marcaban algunas encuestas y analistas, a un Massa casi vencedor en el primer turno electoral. Le faltaron poquísimos votos. La novela tendrá un capítulo más, el 19 de noviembre, en balotaje.
En lo estrictamente político, la provincia de Buenos Aires volvió a marcar el termómetro de la elección nacional. Es casi imposible ganar la presidencia sin ganar la provincia más grande del país. El peso electoral alcanza el 37,04% del padrón, son 13.110.768 electores. La segunda es Córdoba, con el 8,66% (3.065.088). Las encuestas no miden el interior profundo del conurbano bonaerense, allí donde los votos peronistas se multiplican por miles. Axel Kicillof junto a los intendentes del PJ colaboraron inmensamente para el triunfo nacional de Massa.
Si bien el oficialismo recuperó provincias en el sur y en el norte, ninguna con el peso significativo de Buenos Aires por su enorme caudal de votantes. Pero además unificó detrás de la candidatura de Massa a casi todo el justicialismo, a excepción de los peronistas cordobesistas que son un partido aparte. Massa encolumnó a gobernadores, intendentes, sindicalistas, movimientos sociales, militantes y argentinos atemorizados por el avance de la ultraderecha. Tal vez logró el apoyo de larretistas y ciudadanos que no votaron en las Paso o lo hicieron por fuerzas que no superaron el 1,5%.
Massa sacó 10 puntos más respecto a las primarias. Superó los 9 millones de votos y le sacó casi 2 millones a Milei. Massa fue tercero en agosto, detrás de Milei y Bullrich. Su recuperación fue vertiginosa y sorprendente. Los asesores brasileños de Lula, instalados en Buenos Aires hace casi dos meses, cambiaron la estrategia discursiva en spots publicitarios y redes sociales. Un ministro candidato, que parece presidente en funciones, convocando a la unidad nacional frente a propuestas de “aniquilar al kirchnerismo”. Ese discurso opositor puede caer bien en Córdoba, por el marcado perfil anti K de los cordobeses, pero de ninguna manera en Buenos Aires donde el corazón de la ciudadanía es peronista y kirchnerista. Lo mismo para el norte y gran parte del sur.
“Los argentinos votan con el bolsillo”, repiten muchos analistas como loros. Y a veces también caemos en la misma tentación en el análisis político. Si fuera así, Massa no podría haber accedido al balotaje. Ni siquiera podría haber sido candidato. La economía es un desastre por casi todos lados. Se mantienen aceptables niveles de producción y empleo, pero el resto es vergonzoso. Sin embargo, la población eligió esta vez por un espíritu de autosupervivencia. Que el mal momento actual, no sea muchísimo peor en el futuro. Que las propuestas libertarias de Milei y compañía lleven a un agravamiento generalizado en el corto o mediano plazo. Tal vez Milei reformule su propuesta y discurso para acercar votantes de Juntos por el Cambio y Schiaretti, pero la esencia no podrá esconderla.
La población le marcó un límite a las ideas libertarias, delirantes en algunos casos, polémicas en otras. El enojo tiene límites. No se puede decir y hacer cualquier cosa. Más aún si se pone en riesgo consensos básicos de la convivencia humana y de la democracia. El voto miedo es un voto por lo menos malo. También es una forma de ganar, aunque la expectativa que el oficialismo deberá crear de ahora en adelante es que las mejoras económicas llegarán efectivamente a todos los sectores. No alcanza con ganar, también hay que ilusionar y generar expectativas.
Por el contrario, Milei deberá recomponer lazos con la dirigencia opositora (y, por ende, con sus votantes) a la que insultó con todas las letras sin reparos. A Bullrich le dijo que ponía bombas en los jardines de infantes en los ‘70; a los radicales los culpó de la decadencia Argentina y cuestionó a sus máximos líderes, Yrigoyen y Alfonsín. También atacó la salud y la educación pública, pilares en la organización social del país. Dijo que el concepto de Justicia Social es “aberrante”. Criticó al Papa y el filósofo libertario Alberto Benegas Lynch pidió romper con el Vaticano por las ideas de Francisco. Todo eso tiene un límite y la sociedad dijo que no. Milei se quedó en los 29 puntos de las Paso. No sumó ni un punto porcentual más. Deberá cambiar mucho para revertir el resultado.
Juntos por el Cambio tuvo la peor derrota desde su nacimiento. Las caras de los referentes en el escenario el pasado domingo lo decían todo. Veremos qué postura toman frente al balotaje. Sí conservan gobernaciones, intendencias y la segunda minoría en ambas cámaras. Esta vez la población les dio la espalda.
Massa y Milei definirán el nuevo presidente. Mano a mano. Solo dos boletas en el cuarto oscuro. Empieza otro partido. A comprar los pochoclos, que la novela sigue un mes más.
Martín Alexis Alanis.
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