Aunque los índices de inflación marquen un fuerte crecimiento en los precios desde la asunción de Javier Milei, cuando se desagregan ciertos valores se puede corroborar que el incremento ha sido mucho más que el promedio general en la mayoría de los productos.
Se aducen muchas razones para justificar este fuerte incremento, pero está claro que la inercia inflacionaria que traía la economía y la expectativa de un dólar a $ 2.000 que se generó en muchos a principios de 2024 hizo que se fijaran precios que hoy, con un dólar de alrededor de $1.000, emparejan o superan el valor de los mismos productos en Europa, EE.UU. o muchos países limítrofes.
Es que esta dinámica ha sido moneda corriente en los últimos años. En el contexto de una inflación creciente y una emisión desenfrenada. Todo aumento de precios terminaba convalidándose por el mercado y, de última, nuevamente incentivaba una nueva devaluación. Una rueda que parecía no tener final.
En un contexto económico distinto a partir de diciembre, la duda que ahora se genera es si los precios se retrotraerán o viene una nueva devaluación para convalidar estos precios, en muchos casos exorbitantes.
Nada parece indicar que puede existir una devaluación significativa en el horizonte cercano. En estos primeros meses el banco central ha incrementado sus reservas, por lo tanto, hay menos pesos circulando y con la expectativa de un fuerte ingreso de dólares en los próximos meses fruto de la cosecha gruesa, más el ahorro en combustibles en el invierno.
Si a esta situación le sumamos menores importaciones por efecto de la recesión, la conclusión cae de maduro: más dólares y menos pesos circulando hace muy difícil una devaluación en este contexto. Por lo menos de forma significativa.
Es que, como dijimos varias veces, el contexto económico cambió. Con el agravante que ningún analista económico (ni político) esperaba un ajuste en el Estado de la magnitud que llevaron adelante Caputo y Milei estos primeros meses del año. Por eso los pronósticos de los economistas a fines del 2023 preveían una mayor inflación y un dólar más caro a esta altura.
La realidad hizo que recogieran velas muchos de los que opinaban de esta manera. Hoy la expectativa de devaluación bajó y también la inflación. La incertidumbre hoy mayormente está enfocada en la cuestión política.
UNA NUEVA ESTRATEGIA
En este contexto, se hace imperioso rehacer la planificación económica-financiera del año para muchas empresas y particulares. Está claro que vamos a una economía más estable con un dólar que perderá fuerza en términos reales con respecto al peso.
Menos ventas, más costos, mayor competencia por apertura y mayor estabilidad son variables que encuentran hoy una mayor probabilidad de ocurrencia en el futuro cercano.
Para las empresas implica una mejor asignación de los recursos disponibles y plantearse estrategias a partir de mejores servicios y productos para la venta con un cliente que pasa ser quien “tiene la manija” en esta ecuación. A diferencia de lo que sucedía hasta diciembre de 2023, donde las empresas apuraban a la compra del producto al cliente porque el aumento era inminente, ahora posiblemente sucederá al revés. El cliente sabrá que en este contexto de mayor estabilidad y menores ventas el tiempo juega a su favor en la negociación comercial.
Y ese es el dato central, cambia el eje en la relación de poder cliente-empresa. Esto implicará un mayor esfuerzo de ventas por parte de la empresa y un mejoramiento de sus servicios para ganarse el cliente. Una situación a la que nos habíamos desacostumbrado estos últimos años pero que, aparentemente, viene para quedarse.
Esto implica para el empresario hacer foco en el corazón de su negocio sabiendo que no existirá una cobertura inflacionaria ni tampoco una demanda creciente. Un importante desafío que nos hace volver a las fuentes si la economía se estabiliza, pero que también implica una nueva manera de negociar y crecer. Ni más ni menos.
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