Convertir el desecho industrial en residuo, para luego reciclarlo y transformarlo en un producto útil, es el mayor desafío para estos tiempos. Y de eso se trató la visión del médico veterinario José Aramberri junto a su esposa Cristina Di Francesco, quienes crearon BIOT, la leña ecológica elaborada con orujo de fruta, es decir el sobrante de la industria juguera y sidrera del Alto Valle. Impacto ambiental, social y económico, de la Argentina para el mundo.
Lo que parece un bloque de material reciclado, guarda mucho más que eso. Es energía limpia, lista para usar. “Siempre tuve tropismo hacia lo no tradicional, lo que no está inventado”, señaló Aramberri, oriundo de Tres Arroyos e instalado en Plottier hace más de una década. Al principio trabajó con el orujo de pera y manzana para la alimentación animal, pero luego descubrió que “pasado un tiempo se ponía duro como una piedra”.
Con la curiosidad en mano, indagó entre los lugareños y ellos lo empleaban para cocinar, calefaccionar y en los hornos para quemar ladrillos. De ahí en más, el veterinario se enfocó en el “potencial energético que tiene el producto”. Tras enviar unas muestras al INTI en Buenos Aires, los resultados detallaban que su potencial calórico era de 4.254 kg/cal. Primero tiene una intensa llama que dura 30 minutos aproximadamente y luego un período de brasa incandescente de tres horas.
Entonces avanzó al próximo paso: la creación de un producto apto para su uso. “Tenía que idear cómo sacarle el agua, porque la sidreras y jugueras lo descartan como una sopa, el 80% es agua”, señaló Aramberri. Entonces fabricó una máquina capaz de desparramar el orujo en hileras, dejándolo fraccionado para su utilización. A la intemperie, el sol y el viento hacen el resto del trabajo; lo secan por distintos períodos según la época del año. Este paso se hace hasta que pierda “un 50 por ciento de la humedad”, para luego rotar el “ladrillo de orujo” y dejar la cara opuesta expuesta al sol, completando así su secado.
Al día de hoy el proceso es el mismo, obteniendo un pan de combustible, de fácil encendido y manipulación, con gran poder calórico comparable con leñas de piquillín y algarrobo. No emite humo tóxico ni olores y con su uso se plantea la opción de dejar la tala de árboles, evitando la desertificación. En cuanto a su impacto social, se aprecia su valor en aquellos hogares que no cuentan con gas natural y la calefacción se vuelve costosa.
El emprendimiento continuó prosperando bajo el objetivo de explotar su capacidad energética. Pero a partir de un encuentro de emprendedores el proyecto tomó un nuevo giro. “Dos periodistas que trabajaban para una revista de Nueva York se contactan conmigo porque me habían visto en la exposición”, recuerda Aramberri; y a partir de esa publicación el periodismo argentino comenzó a mostrar interés y “la demanda escaló de manera estrepitosa”.
En esta secuencia, el dueño de Sagrada Madre, la reconocida marca de sahumerios fue quién se acercó a pedir el producto. “Al principio eran pocas cantidades, pero cuando alcanzó los 500 kilos, ya me dio curiosidad”, indicó el veterinario; y a partir de allí el emprendimiento, que nació en el Alto Valle de la Patagonia, se convirtió en el alma mater de estos sahumerios, los cuales originalmente se elaboran con harina de madera. “Hoy mi producto se convirtió en la esencia de los sahumerios, y me da mucha satisfacción saber que llega a Europa, Estados Unidos y Latinoamérica”, destacó Aramberri.
Actualmente el emprendimiento provee de manera exclusiva al fabricante de sahumerios. Para alcanzar una mejor logística de transporte, el médico veterinario inventó una moledora con la cual tritura los bloques de leña; y luego esa “harina de Biot” se embolsa y despacha a Buenos Aires, donde la empresa lo muelen aún más para la elaboración del producto.
Un desperdicio de la industria juguera que se recicla. Un árbol que no se tala. Un producto sustentable, que provee de un sinfín de oportunidades para usarlo y preservar el medio ambiente.
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