La expectativa por un mejor segundo semestre data del año 2016 tras aquel recordado anuncio de recuperación económica que (casi) nunca llegó en los años de Mauricio Macri en la presidencia. Se tomó esa frase para dividir la realidad económica en el año calendario. Como si la regla fuera un primer semestre flojo o malo, y un segundo más próspero. Nunca pasó en los casi 10 años posteriores. La regla fue siempre la misma: empeoramiento de todos los indicadores sociales producto de las malas gestiones económicas. El resultado final fue la irrupción de Javier Milei contra “la casta” que no supo ni pudo revertir el enojo de una sociedad cansada de escuchar “el segundo semestre” está por venir y nunca viene.
A decir verdad, en esta ocasión, Milei advirtió que los meses más dramáticos tras su feroz ajuste serían marzo, abril y mayo. Y recién a partir de la liquidación del sector rural y el ordenamiento de las cuentas públicas comenzarían los primeros signos de recuperación. No habló de segundo semestre, porque obviamente conoce de la connotación negativa o de burlas de la población, pero sí adelantó que su programa económico tardaría más tiempo en mostrar signos de cambios positivos.
La caída de la actividad, incluso comparada con años anteriores, es muy fuerte y revertirla será muy difícil en los próximos 180 días. Nadie cree en un segundo semestre de recuperación “en v”, como se dice ahora, pero sí un salto en 2025. Consultoras privadas y organismos internacionales coinciden que llegaría al 5% del PBI en un año electoral, hecho que no es menor, porque Milei estará jugando en las urnas la continuidad de su plan económico. Un resultado adverso lo podría en aprietos políticamente.
Para ese objetivo, de pronta recuperación, cuenta con algunos elementos positivos en este tiempo. El superávit fiscal, la baja de la inflación, el uso mayor de la capacidad instalada. Pero, también, el aprendizaje para negociar en Diputados y Senadores la Ley Bases y el Paquete Fiscal, que habían arrancado con una derrota durísima en primera instancia.
Este nuevo escenario le permite al Presidente, no solo contar con mayores herramientas legales para intervenir en su política económica, sino también anotarse la primera victoria legislativa en seis meses. Significa demostrar gobernabilidad y un mínimo de consenso con otras fuerzas políticas para encolumnar a la “casta dialoguista” en sus objetivos de mediano y largo plazo.
Milei apenas cuenta con un puñado de diputados y senadores, y asimismo logró aprobar un paquete de leyes con más de 200 artículos tras un intento inicial de más de 600. Quedaron pocas empresas sujetas a privatización, continúa la moratoria jubilatoria y no hay cambios en el Código Civil y Comercial. Solo para citar algunos casos de modificaciones que debió aceptar el oficialismo para avanzar con la Ley Bases.
Ahora sí, ya no hay más excusas ni pretextos ni críticas contra “la casta” para no evidenciar resultados. Milei se presentó en la campaña como especialista en crecimiento económico “con y sin dinero”. Sin dinero no lo logró, apenas ordenó las cuentas del sector público y bajó la inflación. La mayoría de los indicadores son negativos. Ahora tiene más herramientas legales para apuntar su programa económico. La gente aceptó el sacrificio actual para alcanzar un porvenir mejor y 2025 parece ser la fecha límite para esa comprensión. No puede fallar. Una derrota electoral lo dejaría en una situación muy incómoda para lo que resta del mandato.
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