Si reunimos a un grupo de argentinos de diferentes edades y buscamos aspectos en común nos encontraremos con un llamativo factor común, gran parte de sus vidas en el país la vivieron bajo regímenes macroeconómicos inestables o volátiles, en otras palabras, no poseen memoria -en el mejor de los casos muy difusa- de estabilidad económica. Estos argentinos vivieron bajo regímenes diferentes o vieron pasar gobiernos de perfil ideológico opuestos o antagónicos, sin embargo, en todos los casos la contante sigue siendo la misma, la inestabilidad macroeconómica.
Los primeros en abordar este tema de forma profunda en un documento reciente fueron Gerchunoff y Rapetti (2016) quienes indican que el país experimenta desde aproximadamente 1930 un conflicto distributivo que llega hasta nuestros días. Este se presenta porque no existe un único tipo de cambio real de equilibrio. Existe, según los autores, un tipo de cambio real que permite alcanzar el pleno empleo y el equilibrio de balanza de pagos, pero, por otro lado, un tipo de cambio real de equilibrio social. La inestabilidad queda representada por la imposibilidad de sostener uno de estos tipos de cambio real en el tiempo sin que ello implique o bien un conflicto social o bien una crisis de balanza de pagos.
En Pagni (2023) se presenta nuevamente el problema desde una perspectiva diferente. Pagni indica que la crisis de 2001 configura una nueva realidad al emerger la provincia de Buenos Aires como el campo principal de disputa política y control social, en oposición a las economías regionales del interior. La necesidad de control de la zona que permite consolidar poder político configura un tipo de política económica que, desde luego, es conflictiva en relación a las economías del interior, de allí “el nudo”, existe cierta incompatibilidad entre las condiciones que permiten consolidar el poder político con aquellas que son necesarias para estabilizar la macroeconomía.
Estos análisis se alejan de la discusión exclusivamente ideológica y ponen la atención en lo que es un problema de tipo estructural, incluso obsérvese que es abordado desde ópticas diferentes, el primer trabajo desde la teoría económica mientras que el segundo desde las condiciones necesarias para la política. En términos de política económica este es el dilema que explica la imposibilidad de sostener un proceso de estabilidad económica en el mediano plazo y las consecuencias que esto genera en términos de una tasa de inflación, ya no solo por encima de las economías desarrolladas sino muy por encima de las economías sudamericanas, caída en la acumulación de capital, consolidación de la tasa de desempleo y alarmantes niveles de pobreza.
Para finalizar solo queda decir algo, ni los autores antes citados ni quien escribe estas líneas contamos con la solución del problema. A pesar de ello resulta posible indicar algunos aspectos que permitan comenzar a pensar la forma de configurar al país para que su política macroeconómica tenga, a la inversa del comportamiento observado, como constante la estabilidad y solo como excepción la inestabilidad. Lo primero es reconocer la presencia de un problema estructural más que ideológico, lo segundo es reconocer que la inestabilidad es un gran factor de deterioro social, donde cualquier política asistencial ineludiblemente termina por fracasar, lo tercero es que la población demande a la dirigencia política estabilidad, sin esta demanda no hay cambio, y por último, y no por ello menos importante, que la política construya las instituciones necesarias para desarmar o aplacar el conflicto.
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