La realidad argentina es vertiginosa, impredecible, un guion cinematográfico en el cual la historia se escribe sola. El derrotero de acontecimientos supone además incidir sobre el estado de ánimo de los ciudadanos. Nada es concluyente. Nada es una sentencia definitiva. Lo que hoy es una tragedia, mañana puede quedar en el olvido. Y, viceversa, lo que hoy es un paso adelante, mañana puede caer en la irrelevancia.

Por eso, con este preámbulo, el título Milei depende de Milei resume el momento actual de la política argentina. Cuando el presidente mostraba signos de caída en su imagen, producto de una economía que no termina de recuperarse, la denuncia de la exprimera dama Fabiola Yañez contra el expresidente Alberto Fernández por hechos de violencia de género hundió aún más a la oposición y trajo aire para el oficialismo.

Lo primero, para no confundir ni dejar dudas, la Justicia tiene que actuar con celeridad, aclarar lo sucedido y si el expresidente es encontrado culpable de agresión no hay duda que la condena es el único camino posible. No obstante, este hecho, a pesar del drama personal de Fabiola, evidencia consecuencias políticas inevitables. Salvando las distancias, por la naturaleza diferente de los sucesos, se pronosticó el fin del kirchnerismo con “el bolso de López” volando por los aires en un convento allá por 2016, un caso explícito de corrupción filmada.

Nadie creía que ese sector político podría resurgir ante semejante acontecimiento y escándalo público. Hoy muchos se aventuran a lanzar el mismo pronóstico. Sería más cauto por varios factores. Porque la líder del espacio, Cristina Fernández de Kirchner, sigue activa en la esfera pública y porque además gobierna Axel Kicillof la principal provincia argentina, con casi el 40% de los habitantes en su territorio.

Asimismo, como señala el título de esta opinión, ante el desastre económico que dejó Alberto, Massa y compañía, sumado al escándalo mundial por los hechos de violencia del expresidente contra su exmujer, más las fiestas en Casa Rosada y Olivos, más la deficiente gestión anterior (y así podríamos seguir…); dejan el terreno fértil para que el Presidente Javier Milei consolide un poder estable y duradero en el ejercicio de la función pública.

Por ahora, a nueve meses de asumir, salvo en determinados sectores como minería, agro y energía, el resto de los rubros de la economía muestran números interanuales durísimos de caída de la actividad.

Algunos empiezan a recuperarse intermensualmente y la mayoría de los empresarios creen que el 2025 será el año de la recuperación. Los asalariados, cuentapropistas y jubilados fueron los más perjudicados por el anunciado brutal ajuste. El primer año de Milei está enfocado en estabilizar la macroeconomía, inevitablemente deberá enfocar la microeconomía en 2025 para evitar una derrota en las elecciones legislativas, que podría dificultar sus últimos dos años de gobierno.

Por ahora, la oposición dura navega en lodo. No encuentra agua ni líderes que inviten a remar. Milei y Mauricio Macri tejen una alianza más grande entre La Libertad Avanza y el Pro; y el amplio sector del medio (peronistas no K, radicales, socialistas, macristas de centro, etcétera) intentan sumar fuerzas en el Congreso pero sin articulación político-electoral.

De la economía, fundamentalmente, y de acuerdos políticos que le sumen, más un discurso menos confrontativo y más propio de la investidura presidencial, Milei podría ampliar su base electoral y legitimar con apoyo político y social los cambios que impulsa. De resultados en el corto y mediano plazo dependerá su suerte en el gobierno.