Según la última medición del Indec, el desempleo bajó 7%, el nivel más bajo de los últimos cinco años.
Esto que es una buena noticia, cuando analizamos el tema del empleo de manera cualitativa, no lo es tanto. Según un estudio de la consultora Focus Market, cuando se analiza el empleo en relación de dependencia en los últimos diez años, creció un 33 por ciento el empleo público y cayó un 1,5 por ciento el privado. Es decir que tenemos actualmente la misma cantidad de trabajadores registrados en las empresas privadas que hace 10 años atrás. En relación a la actividad laboral independiente en el mismo periodo crecieron un 34 por ciento los monotributistas y cayó en un 8 por ciento la cantidad de trabajadores autónomos que representan a empresarios pymes y grandes que en general son también generadores de empleo directo.
Una de las primeras conclusiones que podemos inferir es que, aunque exista mayor cantidad de gente ocupada, lo está en actividades de menor productividad y calidad. O sea, nivelamos pero para abajo. A la misma conclusión podemos llegar si analizamos otros sectores como el de los jubilados. Se incrementó la cantidad de beneficiarios del sistema en los últimos años con el ingreso de personas sin aportes, pero esto se tradujo en una jubilación promedio menor a la que existía 10 años atrás. Lo mismo podemos inferir cuando analizamos la evolución de otros sistemas.
Estamos “incluyendo”, pero con menor calidad de prestaciones y servicios. Es cierto que incluir es importante pero estos datos nos revelan que en los últimos años solo hemos distribuido cada vez menos recursos disponibles. Y entiendo que por aquí pasa la verdadera discusión: cómo hacer para que la Argentina crezca, disponga de mayor riqueza y con ello mejore la calidad de vida de sus habitantes.
Nos sobran defensores de la inclusión, y eso está muy bien, pero nos faltan líderes del crecimiento y el desarrollo. Y una cosa no se debe contraponer con la otra, solo hay que encontrar la fórmula y aplicarla.
Mi percepción es que en las últimas décadas en Argentina existió una visión solo corporativa del país en donde cada sector trató de mejorar su situación sin importar el bienestar general y esto nos ha llevado a una degradación cada vez mayor de todos en conjunto.
Está claro que puede revertirse con una actitud de grandeza y liderazgos genuinos. Los datos nos prueban que la mediocridad ya está instalada en nuestra sociedad. Para que no se haga una cultura y nos acostumbremos a convivir con ella es necesario cambios profundos y otra actitud por parte de toda la dirigencia, privilegiando el interés general sobre el particular. Parece simple, pero no será fácil lograrlo.
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